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La producción de seres felices

Escrito por Arturo Montero on . Posted in Atisbando en la Bahía

Estamos viviendo una etapa en la que el respeto a la vida y muchas otras reglas básicas de convivencia se han salido de control . Ya no basta con hacer lo correcto. La parábola de que nuestro bienestar depende de la felicidad de nuestro vecino ha quedado en evidencia

 

La sociedad vallartense ha sido lastimada con la tragedia que vive una familia local por las terribles circunstancias en las que pierde a su pequeño hijo. Podemos sacar conjeturas al respecto sobre lo que sucedió, se ha hablado en medios de las motivaciones que llevan a una persona a cometer un acto criminal de esa naturaleza contra un infante, nos podremos solidarizar con los familiares, pero nada acabará con el dolor que sufren los deudos, sólo el tiempo mismo.

Pensando en hablar del tema con mi sincero respeto y siendo propositivo para encontrar un poco de respuestas a los que las necesitamos , decidí abordar el hecho como el resultado del mal social en el que nos vemos envuelto. Para ello me acerqué a mis archivos personales a recordar uno de esos proyectos que está en espera a ser realizado y que trata de la producción de seres felices.

Es una historia basada en la confrontación de un hombre que todos los días se sumerge en esta doble realidad que viven algunos en Puerto Vallarta. El golpe de los mundos es evidente. Lo que uno merece, lo que uno tiene y a lo que uno aspira son cosas muy distantes a veces entre las mayorías.

Intentando explicar mi punto los invito a partir de la filosofía de vida que existe en cualquier ciudad que viva del turismo, la cual consta en trabajar para la felicidad del otro. Por lo menos es lo que uno aprende desde niño teniendo padres que se ganan el dinero en esta industria.

El pan se lleva a casa si se logra que el turista tenga una bella y plácida estancia. Aquí entramos a un encuentro violento de realidades ya que un hombre que limpia albercas para ganarse un sustento, sólo si es astuto y logra vencer el destino que le ha impuesto el sistema, podrá algún día ser el usuario de esa piscina que limpia. Como ejemplo tenemos líderes obreros, criminales y alguno que otro “genio” de los negocios que empezó de la nada, en su defecto, esta persona tendrá que conformarse con acceder ocasionalmente, si el dinero le alcanza, a un parque acuático popular para meterse él y sus hijos al agua que muy seguramente estará llena de orines.

Esto sin mencionar que este hombre al salir del gran desarrollo turístico donde desempeña su puesto tal vez no goza de una vivienda digna, una calle en condiciones para ser transitada, servicios públicos y de salud con el menor de los estándares de calidad en cuanto a infraestructura y trato humano. A esto sumemos la presión constante de perder el empleo por la temporada baja.

Entonces me parece que los hombres que trabajan para mantener la felicidad de otros no logran alcanzar su propia felicidad a menos que estas personas sean altruistas o monjes tibetanos en donde el bienestar del ajeno es la meta a la que hay que llegar.

Reflexionemos en la cantidad de personas que viven infelices en el puerto porque tal vez no alcanzan los que suponen son los beneficios de vivir en “ el paraíso “.

No intento decir que sea el caso de quién hace algunos días le quitó la vida al menor, sólo deseo sembrar en el lector una idea que ayude a entender lo que puede ser la espuma de esta ola violenta que se queda.

Debemos aumentar la producción de seres felices y la manera en que creo que podríamos lograrlo es que el gobierno identifique la problemática y genere programas de prevención social y humanistas, no refiriéndome con esto a lo que está acostumbrado a hacer de manera burda regalando cemento o despensas, sino a la existencia de un proyecto integral en donde se involucren DIF, Desarrollo Social , Cultura, Educación y Empresarios. Todo con el fin de rescatar a todos los que por el desempleo, la crisis, la falta de oportunidades y el choque de realidades podrían atentar contra la propia comunidad a mediano plazo.


No sé exactamente cuánto dinero se invierte en la reconstrucción del tejido social pero seguramente al conocerla nos sorpenderíamos. Debemos de apuntalar que de nada servirán los esfuerzos por ser una gran ciudad si no logramos encontrar la felicidad comunitaria.

Sé que habrá quien piense que esto es un asunto individual y que si todos hiciéramos lo que nos corresponde las cosas serían diferentes pero en este caso no considero que sea así . Estamos viviendo una etapa en la que el respeto a la vida y muchas otras reglas básicas de convivencia se han salido de control . Ya no basta con hacer lo correcto. La parábola de que nuestro bienestar depende de la felicidad de nuestro vecino ha quedado en evidencia.

Por lo pronto ya existe un daño irremediable a una familia ocasionado por la descomposición social en la que vivimos. Si hiciéramos una lista en todo el país de hechos trágicos como el que sucedió aquí tendríamos hojas llenas. Ésta lastima de una manera diferente. No porque seamos insensibles a las demás sino porque se ha dañado a gente con la que pudimos haber compartido un asiento de camión o la vista de un atardecer.

Si imaginamos un poco posiblemente la familia cruzó en nuestro camino por sólo unos segundos sin que los hubiéramos notado. Ahí es cuando el cáncer de la infelicidad al aumentar de tamaño arrebata vidas y a algunos logra alcanzar a tocar.

Arturo Montero

Realizador

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